Recordando la muerte martirial de Mons. Alejandro Labaka

20.7.13


















“Entre los Waorani sólo queremos descubrir a Cristo
que vive en su cultura 
y que se nos revele como Wao y como Winuni”.
Alejandro Labaka

Una de las figuras más impactantes en mi camino vocacional ha sido Mons. Alejandro Labaka, un hermano capuchino que nació en España y que desde pequeño descubrió su vocación de misionero. Dentro de su vida misional lo que más me ha impactado es el  “descubrimiento” que tuvo del rostro de Dios en las tribus indígenas y el esfuerzo que hizo por  crear con ellas una plena hermandad.

Al escribir en México, me viene a la mente otra figura muy importante en el tema de la defensa de los derechos indígenas: Bartolomé de las Casas, “el apóstol de los indios”. Bartolomé de las Casas no descubrió América, pero sí las injusticias cometidas en esta  tierra encontrada por otros. Y a partir de este descubrimiento se propuso llevar a los hombres al reino de Dios, en el que ya no hay señores ni esclavos, sino sólo hermanos y hermanas con los mismos derechos. De las Casas hizo resonar el envío de Jesús a sus discípulos a anunciar y hacer vida la Buena Nueva (cf. Mt 10,5-8).

A ambos misioneros los separa el tiempo, casi 400 años de distancia, pero los une el Evangelio mismo, por el que uno y otro dieron la vida en la misión. Lo primero que hicieron Bartolomé y Alejandro fue ver a los indígenas como hijos de Dios, devolviéndoles así su dignidad.  Para los conquistadores los indígenas “no tenían alma”, no eran humanos.  Gracias a la llegada de estos misioneros, ambos españoles, fueron considerados humamos, creaturas racionales, ciudadanos del mundo.
   
Una segunda cosa que hicieron fue vivir la misión como denuncia. El dominico escribió: “La única y verdadera causa del asesinato y la destrucción de esa  espantosa cantidad de personas inocentes a manos de cristianos era  exclusivamente apoderarse de su oro”. El franciscano ha pedido “que el Estado ecuatoriano renuncie a los trabajos petroleros en zonas donde habitan estos pueblos”. Cada uno desde su trinchera denunció las causas de la opresión y luchó para eliminarlas. Ninguno se limitó a transformar la realidad de un pueblo; los dos trataron cambiar la realidad de un mundo dominado por las injusticias, denunciando arriesgadamente las causas.

Una tercera cosa que hicieron Bartolomé y Alejandro fue ver en la cultura del otro, del indígena, un lugar privilegiado de la manifestación de Dios. Ninguno de los dos quiso conquistar al otro a través de la fe. Todo lo contario. Ellos se dejaron “evangelizar” por los indígenas, comprendiendo y valorando su cultura, viendo en ella las “semillas del Verbo”, presentes en estos y en todos los pueblos. Estos misioneros profundizaron su vivencia de Dios en medio de los indígenas.

Hoy, a veintiséis años de la muerte martirial de Alejandro Labaka, quiero recordarlo como el “apóstol de los Waoranis”, como aquel fraile capuchino que entregó su vida por los pobres y que, al igual que Bartolomé de las Casas, vivió la misión como un encuentro que da vida a todos. Y hoy, también mi saludo y mi oración por los misioneros y misioneras que tratan de dar vida al Evangelio en estas tierras, bajo el ejemplo de Alejandro Labaka. Dios derrame su Espíritu en todo el Vicariato de Aguarico.

Néstor Wer