A ti, va dirigida esta sencilla reflexión que te invito a seguir. Dos mil años de cristianismo son un largo tiempo de gracia, de amor de Dios. Francisco de Asís es una gracia de Dios. Hombre del siglo XIII, y actual por su espiritualidad y por sus intuiciones, vive intensamente el amor de Dios Padre, en Jesús y en el Espíritu, y descubre su gratuidad.Un día, delante de su padre Pietro y de su obispo Guido, Francisco, despojado de todo, busca y encuentra la manera de decir: Padre nuestro que estás en los cielos.A partir de ese momento proclama muy alto: el Amor no es amado. Francisco se siente, dentro de las manos abiertas de Dios Padre, como en su lugar. En ellas permanece toda su vida, sintiendo cómo Dios lo forja. El Alfarero modela su fango. En las manos trabajadoras y tiernas de Dios ve y encuentra a todos los otros seres creados, con los que se hermana por su origen divino. Descubre cómo Dios, Padre común, da, a cada pedacito de fango, la vida y en la cosa más menuda también valora el reflejo del Señor.
Se sabe en las manos de Dios como un regalo fraternal, y en la libertad de los hijos de Dios acoge a toda cosa creada como un don de Dios. Canta a la fraternidad universal y a todo llama: hermano o hermana.Dice Jesús: Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado a los sencillos todo aquello que has ocultado a los sabios y entendidos (Lc 10,21). Francisco, convertido en hombre sencillo de fe amorosa, experimenta en la contemplación el don de la revelación de la divinidad de Jesucristo. En Él descubre el rostro de Dios que se le manifiesta en un proceso de interiorización. Vive intensamente el Nacimiento, la Pasión, la Eucaristía, la Resurrección del Señor.
El peregrinaje de Francisco consiste en el seguimiento de los pasos liberadores de Jesucristo. Anhelando amor sin límites, Francisco:- Quiere vivir el evangelio.- Se desprende de todo y lo da a los pobres.- Vive el silencio interior y la oración en la soledad.- Pasa por la purificación del corazón.- En una constante conversión aprende a llamar Padre a Dios, como un gran hallazgo en su camino espiritual.- Escucha la Palabra de Dios.- Se le unen hermanos y viven en fraternidad.- Hace Iglesia fraternal y servidora.- Deja que el Espíritu le conduzca.
Los capuchinos, seguidores de Cristo en el carisma franciscano, queremos:- Seguir a Jesucristo con espíritu evangélico.- Abrirnos a la experiencia de Dios Padre.- Crear y vivir la fraternidad.- Que jóvenes, movidos por el Espíritu de Jesús, vengan a compartir con nosotros el seguimiento evangélico.- Por el compromiso de pobreza, ser solidarios con los pobres.- Por el compromiso de castidad, convertirnos en don para Dios y para los hermanos.- Por el compromiso de obediencia, estar disponibles al servicio de la Iglesia y de la fraternidad humana, hacia donde nos lleve el Espíritu.
A las puertas del nuevo milenio es una tarea entusiasmadora hacer fraternidad y construir la gran familia de los hijos e hijas de Dios.Sin duda, sería un gran gozo para el corazón de Dios Padre que desde cada corazón humano saliera a menudo la eficaz y filial oración: Padre nuestro que estás en los cielos... Y entre todos hiciéramos caer las barreras separadoras de las iglesias cristianas y las otras barreras, y que los humanos nos sintiéramos en todo lugar hermanos y hermanas por ser hijos e hijas de Dios, y trabajáramos en la construcción de su Reino.
Se sabe en las manos de Dios como un regalo fraternal, y en la libertad de los hijos de Dios acoge a toda cosa creada como un don de Dios. Canta a la fraternidad universal y a todo llama: hermano o hermana.Dice Jesús: Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado a los sencillos todo aquello que has ocultado a los sabios y entendidos (Lc 10,21). Francisco, convertido en hombre sencillo de fe amorosa, experimenta en la contemplación el don de la revelación de la divinidad de Jesucristo. En Él descubre el rostro de Dios que se le manifiesta en un proceso de interiorización. Vive intensamente el Nacimiento, la Pasión, la Eucaristía, la Resurrección del Señor.
El peregrinaje de Francisco consiste en el seguimiento de los pasos liberadores de Jesucristo. Anhelando amor sin límites, Francisco:- Quiere vivir el evangelio.- Se desprende de todo y lo da a los pobres.- Vive el silencio interior y la oración en la soledad.- Pasa por la purificación del corazón.- En una constante conversión aprende a llamar Padre a Dios, como un gran hallazgo en su camino espiritual.- Escucha la Palabra de Dios.- Se le unen hermanos y viven en fraternidad.- Hace Iglesia fraternal y servidora.- Deja que el Espíritu le conduzca.
Los capuchinos, seguidores de Cristo en el carisma franciscano, queremos:- Seguir a Jesucristo con espíritu evangélico.- Abrirnos a la experiencia de Dios Padre.- Crear y vivir la fraternidad.- Que jóvenes, movidos por el Espíritu de Jesús, vengan a compartir con nosotros el seguimiento evangélico.- Por el compromiso de pobreza, ser solidarios con los pobres.- Por el compromiso de castidad, convertirnos en don para Dios y para los hermanos.- Por el compromiso de obediencia, estar disponibles al servicio de la Iglesia y de la fraternidad humana, hacia donde nos lleve el Espíritu.
A las puertas del nuevo milenio es una tarea entusiasmadora hacer fraternidad y construir la gran familia de los hijos e hijas de Dios.Sin duda, sería un gran gozo para el corazón de Dios Padre que desde cada corazón humano saliera a menudo la eficaz y filial oración: Padre nuestro que estás en los cielos... Y entre todos hiciéramos caer las barreras separadoras de las iglesias cristianas y las otras barreras, y que los humanos nos sintiéramos en todo lugar hermanos y hermanas por ser hijos e hijas de Dios, y trabajáramos en la construcción de su Reino.
Fr. Magí Setó
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